Durante años, el trabajo de Sito Mújica se ha caracterizado por llevar hasta las últimas consecuencias las inquietudes figurativas y conceptuales que han pasado por su mente entorno a ese proyecto de tan largo aliento que es Copiadas, corpus procesual que, a más de una década de haber sido inaugurado, sigue arrojando evidencias sobre las preocupaciones primigenias del artista: el carnaval de lo cotidiano, el espíritu del tiempo y las mutaciones de lo real.
Entrega con entrega Mújica ha cimentado su aparato artístico sí, en la copia fotográfica considerada como un sistema de producción, pero también en una transgresión —casi siempre humorística— sobre el rol del apropiacionismo en tiempos de la cruzada por salvaguardar los derechos de autor.
Quienes hayan seguido de cerca el trabajo de Mújica sabrán que lo suyo es una indagación constante; una búsqueda perpetua que no se satisface; que no se contenta.
Y es que según sus propias palabras: “paso más tiempo recopilando imágenes; buscando asociaciones o simplemente desarrollando corpus formal que pintando”. Ataviado lo mismo de un archivo iconográfico propio de un coleccionista, que de una obsesión recalcitrante por fijar el tiempo, su tiempo, el también creador de las series Phylomites/Mitomani o Modus, por mencionar sólo unas cuantas, sabe que su trabajo o da cuenta de lo cotidiano o estará condenado a la fugacidad de esa realidad virtual que con tanta atención ha desmenuzado, anclándola, para que no se le escape entre los dedos, en la trilogía Investigación-Apropiación-Distribución que está revolucionando incluso sus propias nociones de lo social, lo moral y por qué no decirlo: de lo sexual.
Si hasta hace poco el trabajo de Mújica se caracterizaba por la reproducción sistemática de fotografías ajenas (normalmente con referentes al mundo de la moda) encontradas en medios online y/o perfiles de redes sociales, su obra reciente destila una sofisticación que deja sin aliento.
Además de experimentar por primera vez con técnicas y soportes, el espectador se encuentra con que donde antes hubo fetichismo por la forma, hoy hay condensación; con que donde antes hubo sujetos como objetos de estudio, hoy hay fragmentos de códigos cibernéticos, errores informáticos, mensajes encriptados o simplemente símbolos desterrados de su contexto semántico con la única intención de desvelar —de una vez y para siempre—, la relación muchas veces frustrante entre el azar de situaciones reales y la obsolescencia de los procesos digitales, cuyos vestigios redime, tan sólo haciendo screenshot, como si se tratase de los restos mortuorios de una sociedad destinada, como diría Jean Baudrillard en Carnaval et Cannibale, tanto a la carnavalización como a la auto-canibalización por la imagen.
Asistimos así, a un conjunto de piezas, cuya creación ha sido posible gracias al azar estipulado por los algoritmos electrónicos de los gigantes de Internet; a un intento por capturar la esencia de las cosas desde una perspectiva de conservación de lo actual.